Es el murmullo de un cielo que se prepara para contar historias. Son sombras que se desplazan lentamente, llenando el aire con la promesa de lo que está por venir. Cada nube, cargada de secretos, se convierte en un mensajero que anuncia cambios, como un susurro de la naturaleza que prepara el alma para lo inevitable. En su danza silente, llevan consigo el peso de las estaciones, del tiempo que se despliega sin prisa.
Es también un reflejo de lo incierto, de esas señales que no siempre entendemos pero que nos llenan de expectación. El presagio de nubes es una llamada a la reflexión, un recordatorio de que el cielo, como el corazón, guarda sus propios misterios. En su fragilidad, las nubes nos enseñan que nada permanece igual, y que, en su transformación, se encuentra la belleza del eterno devenir.
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